León XIV: entre la herencia de Francisco y los ecos de una infancia marcada por la fe 

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La historia de un papado muchas veces comienza en el silencio de un hogar, en los gestos sencillos de una infancia que, con el tiempo, se convierten en signos. Así lo sugiere el testimonio de John Prevost, hermano del recién elegido Papa León XIV, quien, en una entrevista concedida a la cadena Univisión, ofreció un retrato íntimo y entrañable del hombre que, desde hoy, lidera a más de mil millones de católicos en el mundo.

“Desde niño, Robert sabía que sería sacerdote”, relató John, con la convicción de quien ha sido testigo de una vocación nacida sin titubeos. Lo que para muchos es una llamada que se revela con los años, para el nuevo pontífice fue una certeza infantil, casi natural. “No había duda. No hubo otro camino que le interesara”, recuerda. Y ese camino, iniciado en una familia católica de raíces sencillas en Estados Unidos, terminó en la cúspide espiritual del Vaticano.

La elección de León XIV —nombre adoptado por Robert Francis Prevost— ocurre en un momento delicado para la Iglesia: entre desafíos de credibilidad, escándalos por abuso sexual y un mundo que exige respuestas más humanas y menos dogmáticas. En ese contexto, el recuerdo fraternal de John no es solo anecdótico: es una ventana hacia el alma de un pontífice que, según sus más cercanos, seguirá los pasos reformistas de Francisco.

De hecho, John Prevost no duda en afirmar que su hermano será un continuador de esa línea pastoral y humana que caracterizó al Papa argentino. “Está preocupado por la gente, por sus almas, por su espiritualidad”, dijo, señalando que el foco de su pontificado no estará tanto en la estructura, sino en la escucha. Es un mensaje esperanzador para quienes temían un retroceso doctrinal o una vuelta a los rigores preconciliares.

Lo cierto es que la figura de León XIV ha despertado tanto curiosidad como expectativas. Su experiencia como misionero en Perú, su paso por la diócesis de Chiclayo y su cercanía con comunidades vulnerables perfilan a un Papa latinoamericano en espíritu, aunque nacido en el norte. Su hermano, en la entrevista, insistió en esa identidad: “Él no habla solo desde Roma; lleva en el corazón el polvo de los caminos rurales de América Latina”.

Este vínculo con los pobres y migrantes, forjado en la periferia eclesial, parece ser una de las claves de su pontificado. En tiempos donde el catolicismo lucha por mantener su relevancia en el sur global y reconectar con la juventud y los marginados, la biografía personal de León XIV se convierte en su mejor carta de presentación. No es un Papa de escritorio; es un pastor con callos en las manos.

Aun así, el peso del papado no es leve. León XIV deberá caminar sobre el delicado equilibrio entre tradición y cambio, entre la mística del cargo y la crudeza del presente. La emoción familiar que hoy comparte John Prevost es solo el prólogo de una historia compleja, donde la esperanza convive con la vigilancia crítica y la necesidad urgente de reforma.

Lo que está por venir dependerá, en parte, de esa promesa no escrita que acompaña a los pontífices desde siempre: ser puente, no muro; ser guía, no juez. Y si algo queda claro en las palabras de su hermano, es que León XIV ha sido preparado para esa tarea desde antes de que pudiera siquiera comprenderla.