León XIV, entre el humo blanco y las sombras del pasado 

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La elección de un nuevo Papa siempre marca una página trascendental en la historia de la Iglesia católica. Esta vez, sin embargo, apenas se había disipado el humo blanco en la Plaza de San Pedro cuando comenzaron a emerger las primeras nubes de tormenta. León XIV, el nuevo pontífice nacido en Estados Unidos pero con una larga trayectoria eclesiástica en Perú, enfrenta ya su primer gran escándalo: una acusación pública de encubrimiento de abusos sexuales durante su paso por la diócesis de Chiclayo.

La denuncia proviene de SNAP, la Red de Sobrevivientes de Abuso por Sacerdotes, una organización con amplio reconocimiento en la defensa de víctimas en todo el mundo. En un comunicado divulgado pocas horas después de la elección papal, se afirma que Robert Francis Prevost —hoy León XIV— habría omitido acciones diligentes ante denuncias graves de abuso sexual cometidas por clérigos bajo su jurisdicción en territorio peruano.

Los señalamientos son específicos y, de comprobarse, inquietantes: se acusa al entonces obispo de no haber iniciado investigaciones canónicas ni haber reportado adecuadamente los hechos al Vaticano. Además, SNAP presentó fotografías de uno de los sacerdotes denunciados oficiando misa tras haber sido acusado, sugiriendo una permisividad que contradice el discurso oficial de “tolerancia cero” contra el abuso clerical.

El escándalo, aunque aún en fase inicial, pone a prueba no solo la integridad del nuevo pontífice, sino la credibilidad de una Iglesia que ha prometido una y otra vez corregir los errores del pasado. Las voces críticas recuerdan que la elección de Francisco en 2013 también estuvo acompañada de sospechas sobre su rol durante la dictadura argentina, aunque con el tiempo logró consolidar una imagen reformista. ¿Podrá León XIV seguir el mismo camino en un contexto mucho más exhausto y escéptico?

Lo que sí es evidente es que la Iglesia ya no cuenta con el blindaje de otros tiempos. Las redes, los archivos públicos y los colectivos de víctimas han transformado la esfera religiosa en una vitrina de exigencias éticas y legales. En ese sentido, cualquier sombra en el expediente de un alto jerarca eclesiástico se convierte, hoy más que nunca, en un examen global, inmediato y sin indulgencias.

Desde Roma, el Vaticano ha optado por el silencio. Ningún vocero ha salido a responder directamente las acusaciones de SNAP, y el papa León XIV, en su primer mensaje, evitó toda mención al tema. Sin embargo, la presión mediática y social crece, y es probable que el pontífice tenga que pronunciarse con claridad si desea que su liderazgo no nazca con una fractura de confianza.

En América Latina, donde la figura del nuevo Papa era vista con esperanza por su conocimiento del continente y su cercanía pastoral, la noticia ha caído con mezcla de desconcierto y decepción. En Perú, las víctimas esperan una respuesta. Y en Colombia, como en otras naciones de tradición católica, se renuevan las preguntas sobre cuántos silencios persisten dentro de los templos y cuántos aún esperan justicia.

León XIV ha comenzado su pontificado no con incienso, sino con fuego. Si desea ser el pastor de una Iglesia que camina hacia la reconciliación con sus heridas más profundas, deberá afrontar esta prueba con verdad, transparencia y valentía. Porque hoy, más que nunca, el poder espiritual exige una ética sin dobleces.