El sismo que despertó a Antioquia: un estremecimiento breve, pero sonoro

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La madrugada del 28 de mayo trajo consigo un sobresalto inesperado para muchos habitantes del Valle de Aburrá. A las 12:11 a. m., un temblor de magnitud 2.5 con epicentro en el municipio de Bello sacudió, aunque levemente, la tranquilidad nocturna. Pese a su corta duración, el movimiento fue lo suficientemente perceptible como para causar inquietud en redes sociales, donde varios usuarios reportaron no solo haberlo sentido, sino también haber escuchado un misterioso estruendo.

El Servicio Geológico Colombiano (SGC) fue el primero en confirmar el evento sísmico, señalando que se trató de un temblor de profundidad superficial, es decir, menor a 30 kilómetros. Este tipo de sismos, aunque de baja magnitud, tienden a sentirse con mayor claridad debido a la cercanía con la superficie terrestre, lo que explicaría por qué muchos ciudadanos fueron despertados por lo que describieron como “una vibración con sonido”.

Las reacciones en redes no se hicieron esperar. Usuarios como @nataliagvlg y @SebastinPenago5 coincidieron en percibir un pequeño estruendo, evocando incluso el sismo del 28 de febrero del año pasado, también en Bello, cuando un movimiento de magnitud 4.0 causó temor por el fuerte sonido que lo acompañó. La repetición del fenómeno encendió una vez más la curiosidad —y en algunos casos la preocupación— sobre la naturaleza sonora de estos temblores.

El misterio del “ruido de los temblores” no es nuevo. Según explicaciones del propio SGC, todos los sismos generan ondas sonoras, aunque muchas veces el oído humano no las capte. En ocasiones, como esta, la combinación de una baja profundidad y condiciones acústicas particulares permite que estas ondas se conviertan en audibles, generando una suerte de “estruendo subterráneo” que añade dramatismo a lo que ya es un evento natural inquietante.

Más allá del susto, el temblor no dejó reportes de daños ni emergencias en la zona, según informaron autoridades locales. Sin embargo, la reiteración de movimientos con epicentro en Bello ha comenzado a llamar la atención de algunos expertos y ciudadanos. ¿Se trata de una coincidencia geológica o de una manifestación de una falla local más activa de lo que se pensaba? Por ahora, no hay evidencia que sugiera un patrón preocupante, pero sí una invitación a estar atentos y preparados.

Estos pequeños recordatorios de la dinámica interna de nuestro planeta son también oportunidades para reforzar la cultura del riesgo. Aunque Colombia no vive bajo la amenaza constante de grandes terremotos como otros países del Cinturón de Fuego del Pacífico, sí forma parte de una región sísmicamente activa, en la que el conocimiento, la prevención y la información son claves.

Lo cierto es que, incluso en la quietud de la madrugada, la Tierra habla. A veces con estrépito, a veces con susurros que sólo algunos logran escuchar. Y es en esos instantes donde la naturaleza nos recuerda que, aunque parezca sólida e inmutable, la superficie que habitamos está en constante movimiento.

Por ahora, el sismo de Bello queda como una anécdota nocturna más, breve pero sonora. Un cimbronazo que no dejó daños, pero sí preguntas. Y como ocurre con estos fenómenos, las respuestas no siempre están bajo nuestros pies, sino en la manera cómo elegimos prepararnos para lo inesperado.