En un movimiento que marca un nuevo capítulo en su ambiciosa transición energética, Ecopetrol anunció un acuerdo con la compañía noruega Statkraft para adquirir un robusto portafolio de activos de energías renovables en Colombia. El pacto, aún sujeto al cumplimiento de condiciones legales y regulatorias, contempla la adquisición de proyectos solares y eólicos que, en conjunto, suman hasta 1,3 gigavatios de capacidad instalada.
El acuerdo con Statkraft —una de las empresas más respetadas de Europa en generación limpia— representa un giro estratégico para la estatal petrolera. No solo significa diversificación energética, sino también una señal contundente de que la empresa se toma en serio su evolución hacia una matriz energética más sostenible. Aunque el monto de la transacción no fue revelado, la envergadura del portafolio habla por sí sola.
El paquete que negociará Ecopetrol incluye una compañía matriz dedicada a la operación y desarrollo de activos renovables, seis sociedades con proyectos solares (614 megavatios) y tres más con proyectos eólicos (750 megavatios). Se trata de una estructura ya avanzada en su desarrollo, con potencial para operar en el corto y mediano plazo, lo que reduce los riesgos de entrada y acelera la ejecución de resultados.
Este movimiento se enmarca en el plan estratégico 2040 de Ecopetrol, donde la transición energética es uno de los pilares. La apuesta por las fuentes limpias no es solo una respuesta al cambio climático o a la presión internacional; es, además, una jugada de negocio frente a un mundo que empieza a penalizar el carbono y a premiar la sostenibilidad. Ecopetrol quiere ser parte de esa nueva economía sin dejar de ser protagonista.
El retiro de Statkraft del país, por su parte, deja preguntas abiertas. ¿Por qué una firma con gran experiencia en renovables decide salir de un mercado con tanto potencial como el colombiano? Aunque no hay una respuesta oficial, analistas señalan factores como la tramitología, la incertidumbre regulatoria y los desafíos de licenciamiento ambiental como posibles causas. La salida de un actor como Statkraft debería encender alertas en el Gobierno.
Para Ecopetrol, sin embargo, la retirada de la empresa noruega representa una oportunidad. El portafolio ya armado y en marcha puede ser integrado a su ecosistema sin partir desde cero, lo que le permite ganar tiempo en un mercado cada vez más competitivo. La clave estará en que no solo compre los activos, sino que los haga rentables, eficientes y sostenibles en el largo plazo.
El mensaje de esta operación va más allá del negocio: es también político. En momentos en que el país discute el papel de los hidrocarburos y la velocidad de la transición energética, la mayor empresa del Estado demuestra que no se trata de apagar una industria para prender otra, sino de articular ambas en una evolución responsable. Es una apuesta que combina pragmatismo con visión.
Colombia necesita más de estas señales. Que su principal empresa energética no se quede atrapada en el pasado petrolero, pero tampoco salte al vacío. La transición no puede ser una consigna, tiene que ser una política de Estado. Y si Ecopetrol logra integrar con éxito este portafolio renovable, no solo diversificará su negocio, también enviará una señal clara: en el nuevo mapa energético del mundo, Colombia no quiere quedarse atrás.