Atlético Nacional: el síndrome del visitante que no despierta

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Atlético Nacional volvió a tropezar con la misma piedra. En Rionegro, frente a un estadio Alberto Grisales con más expectativa que presión, el equipo verdolaga cayó 2-1 ante Águilas Doradas y confirmó lo que ya no parece una mala racha, sino un patrón preocupante: el Verde no sabe ganar fuera del Atanasio. Con esta derrota, ya son seis partidos consecutivos sin celebrar como visitante en Liga, una estadística que pesa tanto como el escudo en el pecho.

El onceno dirigido por Javier Gandolfi llegó con la intención clara de revertir la tendencia. Sin embargo, más allá de los nombres en la nómina —un equipo con varias rotaciones—, lo que sigue quedando en evidencia es una desconexión entre el discurso del banco y la ejecución en el terreno. Nacional arranca con voluntad, propone con balón, pero se descompone ante la primera dificultad. Y cuando eso pasa, no hay jerarquía que lo salve.

Lo más inquietante no fue el resultado, sino la forma. Águilas, que no venía precisamente encendido —una sola victoria en sus últimos 15 compromisos en casa—, se aprovechó de un rival desdibujado, que entrega espacios, comete errores en salida y al que le cuesta encontrar sociedades en el último tercio. El libreto fue el mismo: posesión sin profundidad y desconcentración en momentos clave. En el fútbol, el que perdona suele pagar caro. Y Nacional sigue pagando intereses altísimos.

El gol de Águilas llegó tras una jugada trabajada, casi quirúrgica, que dejó al descubierto la pasividad de la zaga visitante. La reacción de Nacional fue tibia, más emocional que futbolística. El empate parcial ofreció una esperanza efímera, rota poco después por una nueva desatención que derivó en el 2-1 definitivo. En ese momento, más allá del reloj, se terminó también el impulso anímico de los verdes.

Gandolfi, en rueda de prensa, habló de un equipo “en construcción”, una frase que empieza a desgastarse en medio del calendario competitivo. El hincha ya no quiere maquetas ni planos: quiere resultados. Y es que mientras el Atanasio se mantiene como refugio, el Nacional visitante es un equipo sin alma, sin agresividad, sin soluciones. Las variantes tácticas no resuelven lo esencial: el equipo no responde fuera de su zona de confort.

En las gradas y redes sociales, la inconformidad crece. Las dudas sobre el proyecto deportivo no se disipan con promesas ni con posesión de balón. Nacional necesita reencontrarse con su identidad, esa que históricamente lo ha llevado a imponerse en cualquier cancha del país. Hoy, cada salida parece una montaña, y la camiseta que antes intimidaba ahora es apenas un recuerdo de glorias pasadas.

La tabla aprieta y los rivales no esperan. Si el Verde quiere soñar con los cuadrangulares y aspirar a una estrella más, deberá resolver con urgencia su incapacidad fuera de casa. El calendario no da tregua y las excusas ya no calman ni al más paciente de sus hinchas. Se necesita más que talento: se exige carácter, convicción y, sobre todo, resultados.

Porque en el fútbol colombiano, no gana el que mejor se ve en casa, sino el que logra sostener su idea en cualquier plaza. Y Atlético Nacional, por ahora, es visitante incluso de sí mismo.