Gustavo Petro se ausenta del adiós papal: entre el protocolo y el simbolismo

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En un momento histórico cargado de solemnidad y duelo, el mundo se apresta a despedir al Papa Francisco, figura emblemática de la fe y la conciencia social contemporánea. El funeral, programado para el 26 de abril en la emblemática Plaza de San Pedro, reunirá a miles de fieles, además de una nutrida representación de líderes mundiales. No obstante, la ausencia del presidente colombiano, Gustavo Petro, ha generado sorpresa y comentarios en el ámbito nacional e internacional.

Desde la Casa de Nariño se ha confirmado que el mandatario no hará parte de la delegación oficial que viajará al Vaticano. Si bien Petro expresó públicamente su pesar por la muerte del pontífice, a quien calificó como “un gran amigo”, será la canciller Laura Sarabia, junto con la primera dama, Verónica Alcocer, y el actual embajador ante la Santa Sede, Alberto Ospina, quienes representen al país en las exequias del líder espiritual.

El hecho ha abierto un debate sobre el equilibrio entre el respeto al protocolo diplomático y la necesidad de un gesto político con valor simbólico. En efecto, la no asistencia del jefe de Estado contrasta con la presencia de presidentes de la región como Luiz Inácio Lula da Silva, Javier Milei y Daniel Noboa, lo que podría interpretarse como un distanciamiento frente a un momento de especial relevancia para el mundo católico y latinoamericano.

Aunque fuentes oficiales argumentan que la decisión se enmarca en disposiciones protocolares, no faltan quienes advierten lecturas políticas en la postura del gobierno. Petro, conocido por sus discursos encendidos y su mirada crítica hacia ciertas estructuras de poder, ha tenido una relación ambigua con la Iglesia institucional, pese a haber expresado admiración por el enfoque social del Papa Francisco.

El sumo pontífice, a lo largo de su papado, abogó por los pobres, denunció las injusticias del modelo económico actual y clamó por una nueva ética en el trato con la naturaleza. Estas banderas, que resonaron con fuerza en muchos de los discursos del presidente colombiano, daban a entender una afinidad ideológica que hacía esperable su presencia en el funeral como un gesto de cierre y reconocimiento.

Por ahora, la única manifestación del mandatario ha sido a través de redes sociales, donde lamentó la partida de Francisco con un mensaje cargado de afecto y admiración. “Comprendió perfectamente su papel como líder espiritual en la gran lucha por la vida. En las causas codiciosas de la extinción”, escribió Petro, dejando entrever que la relación con el pontífice trascendía lo formal.

Al margen de interpretaciones, lo cierto es que la ausencia de Petro pone en evidencia las complejas tensiones entre el simbolismo político, el respeto a las instituciones y la gestión de la diplomacia en momentos de conmoción global. En tiempos en que los gestos cuentan tanto como las palabras, no estar puede decir tanto como estar.

Mientras Roma se viste de luto y millones de fieles se preparan para un último adiós, Colombia estará representada por figuras clave del gobierno, pero sin su presidente. Una ausencia que, aunque protocolaria, se siente elocuente en un escenario donde lo espiritual y lo político convergen en uno de los actos más universales del presente siglo.