En lo que va de 2025, Bogotá ha registrado un alarmante aumento en los casos de tosferina, enfermedad respiratoria que hasta hace poco parecía bajo control en la capital. Con más de 100 casos confirmados hasta la fecha, el incremento de esta patología en comparación con los 11 casos reportados en todo 2024 ha encendido las alertas en las autoridades sanitarias. La situación se agrava al observar que el sistema de vigilancia epidemiológica ya ha identificado más de 390 casos probables, un número que cuadruplica la cifra del año pasado y que apunta a una rápida propagación del contagio en diversas zonas de la ciudad.
Las zonas con mayores concentraciones de casos de tosferina en Bogotá son San Cristóbal, Ciudad Bolívar, Usme, Kennedy y Suba, donde se han reportado al menos 60 de los 107 casos confirmados hasta el momento. Lo que preocupa más es que la mayoría de los afectados son niños menores de cinco años, un grupo vulnerable que no ha completado su esquema de vacunación, lo que los convierte en blanco fácil para la infección. Sin embargo, la tosferina no distingue edades: adultos también se han visto afectados, aunque en menor proporción.
El aumento de los casos coincide con la época de transición entre el final de las lluvias y la llegada de la temporada seca, lo que genera una mayor dispersión de partículas en el aire, facilitando la transmisión de la enfermedad. La tosferina, que es altamente contagiosa, se transmite a través de las gotitas de saliva que se liberan al toser o estornudar. Esto hace que la enfermedad sea particularmente peligrosa en lugares cerrados y con alta concentración de personas, como escuelas, hogares y centros de salud.
Aunque la tosferina puede afectar a cualquier persona, los grupos más vulnerables son los bebés menores de seis meses, quienes aún no han recibido todas las dosis de la vacuna. En estos pequeños, la enfermedad puede provocar complicaciones graves, como dificultades respiratorias severas e incluso la muerte. Por esta razón, las autoridades han puesto un énfasis especial en la inmunización de los menores y de las mujeres embarazadas, quienes también deben recibir la vacuna para proteger tanto a su bebé como a sí mismas.
Los síntomas iniciales de la tosferina incluyen moqueo, congestión nasal y una tos persistente que se vuelve cada vez más violenta. A medida que avanza, la tos puede ser tan intensa que el paciente presenta dificultades para respirar. En algunos casos, es posible escuchar un sonido agudo al inhalar después de un acceso de tos, lo que se conoce como “whoop”. Es fundamental que ante la presencia de estos síntomas, especialmente en niños pequeños, se busque atención médica inmediata.
El tratamiento para la tosferina generalmente implica antibióticos que pueden ayudar a reducir la duración y la gravedad de los síntomas, pero el manejo temprano es clave. Además, es importante que las personas infectadas se aíslen para evitar la propagación del virus a otros, particularmente a quienes no han sido vacunados o a los más vulnerables, como los bebés y personas con enfermedades respiratorias preexistentes.
Para frenar la propagación de la tosferina, las autoridades sanitarias de Bogotá han reforzado las campañas de vacunación en más de 200 puntos de la ciudad, con un enfoque especial en la población infantil, las mujeres embarazadas y aquellos con síntomas respiratorios. La vacuna contra la tosferina está disponible de manera gratuita en estos centros, y las autoridades insisten en la importancia de que las familias se mantengan al día con el esquema de vacunación, especialmente en un contexto en el que los brotes de enfermedades respiratorias como la tosferina están aumentando.
Es importante recordar que la prevención sigue siendo la mejor arma contra la tosferina. Mantener un entorno limpio, evitar el contacto cercano con personas infectadas y asegurarse de que todos los miembros de la familia estén correctamente vacunados son pasos clave para protegerse de esta enfermedad tan contagiosa. Aunque la tosferina puede parecer una afección de poca importancia para los adultos, su capacidad para afectar a los más vulnerables hace que su prevención sea fundamental para la salud pública.