La activista y presidenta de la Fundación Acción Interna, Johana Bahamón, regresó recientemente de un viaje a El Salvador, donde tuvo la oportunidad de conocer de cerca las megacárceles construidas bajo la administración del presidente Nayib Bukele. Su visita, que incluyó recorridos por varios centros penitenciarios del país, ha abierto un debate sobre la eficacia y las implicaciones humanitarias de las políticas carcelarias impulsadas por el gobierno salvadoreño, especialmente en el contexto de la conocida prisión de máxima seguridad, El Cecot.
Durante su estancia, Bahamón tuvo acceso a diversas instalaciones, entre ellas El Cecot, una prisión emblemática por su tamaño y la rigurosidad de su seguridad, diseñada para albergar a los miembros más peligrosos de las pandillas, como la Mara Salvatrucha. Esta cárcel ha sido una de las principales banderas de la estrategia de Bukele para enfrentar la violencia pandillera, que ha azotado al país durante años. Sin embargo, Bahamón se encargó de aclarar en una entrevista con SEMANA que no todas las cárceles de El Salvador responden a las características extremas de El Cecot.
Según la activista, el Cecot tiene un propósito muy específico: la custodia de criminales de alta peligrosidad. Su enfoque es el aislamiento de pandilleros que representan una amenaza significativa para la seguridad nacional. Para Bahamón, la existencia de este tipo de megacárceles no es una solución integral para el problema de la criminalidad en El Salvador, sino una medida que busca contener a los miembros de las pandillas más violentas. Sin embargo, dejó claro que no todas las prisiones en El Salvador están bajo este modelo de máxima seguridad, ya que el sistema penitenciario del país incluye otras cárceles con un enfoque distinto.
Bahamón también visitó otros centros penitenciarios que albergan a diferentes tipos de reclusos, como cárceles de mujeres y jóvenes, así como prisiones para hombres no necesariamente involucrados con las pandillas. Esta diversidad en los tipos de prisiones muestra una realidad más compleja sobre el sistema penitenciario salvadoreño. A pesar de la notoriedad que El Cecot ha adquirido en los medios internacionales, la activista destacó la necesidad de un enfoque más humano y rehabilitador para aquellos internos que no representan un riesgo tan alto como los pandilleros.
La experiencia de Bahamón en El Salvador también le permitió reflexionar sobre las condiciones dentro de las cárceles, tanto en términos de infraestructura como de trato hacia los internos. Si bien las megacárceles, como El Cecot, pueden estar justificadas en ciertos casos de seguridad, la activista subrayó la importancia de abordar la rehabilitación social de los reclusos, especialmente aquellos que han cometido delitos menores o que no están involucrados en actividades pandilleras. El sistema penitenciario, según Bahamón, debe tener un equilibrio entre la seguridad y la reintegración social de los prisioneros.
En su visita, la presidenta de la Fundación Acción Interna también señaló la importancia de no reducir el debate sobre la seguridad en El Salvador únicamente a la construcción de megacárceles. Si bien las políticas de seguridad son fundamentales para garantizar el orden, también lo es el fortalecimiento de las políticas públicas que promuevan la educación, el empleo y el acceso a oportunidades para los jóvenes, de manera que se evite que estos caigan en las redes de las pandillas. Para Bahamón, la cárcel no debe ser solo un espacio de castigo, sino también de transformación, donde los reclusos tengan acceso a programas educativos y de rehabilitación.
El mensaje de Bahamón también se extiende a la necesidad de repensar las estrategias de prevención del crimen en El Salvador. Si bien la lucha contra las pandillas ha sido una prioridad del gobierno de Bukele, la activista hizo énfasis en que el país debe prestar atención a las causas estructurales que alimentan la violencia, tales como la pobreza, la desigualdad y la falta de oportunidades para los jóvenes. En este sentido, el sistema penitenciario, aunque importante, no debe ser la única respuesta ante un problema social mucho más profundo.
Finalmente, la visita de Johana Bahamón a El Salvador plantea una reflexión necesaria sobre las políticas carcelarias en el contexto latinoamericano. Aunque las megacárceles como El Cecot puedan ser vistas como una solución a la violencia extrema de las pandillas, no deben eclipsar la necesidad de reformas que garanticen la dignidad humana y la rehabilitación de los reclusos. El sistema penitenciario debe ser un reflejo de un país que, aunque firme en su lucha contra el crimen, no olvida su compromiso con los derechos humanos y la reintegración social de aquellos que han fallado, pero que aún tienen la posibilidad de cambiar.