En tiempos de incertidumbre global, la reputación empresarial se ha convertido en un activo intangible que las compañías no pueden permitirse descuidar. En Colombia, este desafío se ha visto exacerbado por una creciente polarización política y económica, que pone a las empresas, especialmente las del sector energético y alimentario, en la cuerda floja. Iván Pino, director general de asuntos corporativos de LLYC para Latinoamérica, advierte que la gestión de la reputación será uno de los principales retos de las empresas en los próximos años. Según él, las compañías deben ser conscientes de que no solo enfrentan crisis económicas, sino también una ola de crisis reputacional que las obliga a tomar decisiones estratégicas de gran calado.
Las últimas encuestas empresariales, como la Encuesta de Opinión Empresarial Conjunta de la Andi y los estudios de Fedesarrollo, reflejan un clima de cautela y desconcierto en el sector privado. Las reformas impulsadas por el gobierno del presidente Petro, que a menudo se perciben como una amenaza a la estabilidad económica y empresarial, han elevado la incertidumbre entre los empresarios. Sin embargo, la preocupación por las reformas no es el único factor que ha generado alarma: la polarización política que afecta al país también ha puesto en tela de juicio el papel de las empresas dentro del contexto nacional. Según Pino, este ambiente volátil exige un manejo delicado de las relaciones de las empresas con sus grupos de interés, quienes esperan claridad y transparencia en medio de la tormenta.
En este contexto, Iván Pino hace un llamado a las empresas para que se concentren en defender su verdad, pero sin caer en el juego de la polarización pública. En lugar de involucrarse en debates políticos o sociales que puedan poner en riesgo su reputación, las compañías deben enfocarse en comunicar de manera clara y efectiva el propósito, la visión y los valores que las definen. Esta comunicación debe ser interna y externa, asegurándose de que tanto empleados como stakeholders comprendan hacia dónde se dirige la empresa y cómo sus acciones están alineadas con sus principios fundamentales. La clave, según el experto, está en construir una reputación sólida basada en la coherencia y la transparencia, no en posicionamientos políticos.
Por otro lado, Pino subraya que las empresas deben ser particularmente cautelosas cuando se trata de asumir posturas públicas en un clima de polarización como el actual. Las recientes declaraciones del presidente Petro, quien ha señalado a gremios como Fenalco y la Andi por sus posiciones respecto a ciertos impuestos y políticas del gobierno, evidencian la tensión existente entre el sector privado y el Ejecutivo. En este escenario, las empresas no deben sentirse presionadas a tomar partido en estas disputas, sino que deben centrarse en ser consistentes con su misión corporativa y las necesidades de sus grupos de interés, evitando contribuir a la división social.
Un desafío adicional al que las empresas colombianas se enfrentan es la multiplicación de las crisis. No se trata de un solo conflicto aislado, sino de una serie de “policrisis”, como las define Pino, en las que las empresas deben lidiar simultáneamente con factores económicos, sociales, y políticos que se retroalimentan y amplifican. La pandemia, los conflictos sociales, la inestabilidad política y las tensiones internacionales son solo algunos de los factores que contribuyen a este entorno turbulento. En este contexto, las empresas deben ser resilientes y estar preparadas para adaptarse rápidamente a los cambios que se presenten, siempre con la premisa de que su reputación es un activo que debe protegerse a toda costa.
La gestión de la reputación en este escenario exige de las empresas una gran capacidad de anticipación y una estrategia de comunicación efectiva que no solo minimice los riesgos, sino que también potencie su imagen positiva en la sociedad. Las compañías deben entender que, hoy más que nunca, los consumidores, empleados y la sociedad en general exigen transparencia, ética y responsabilidad social. Aquellas que logren conectar con estos valores serán las que mejor naveguen las turbulentas aguas de la crisis reputacional que parece haber llegado para quedarse.
Uno de los sectores más vulnerables en este sentido es el de la energía y los alimentos. Empresas que operan en estos campos deben ser particularmente cuidadosas al manejar la percepción pública, ya que sus decisiones afectan directamente la vida cotidiana de los ciudadanos. Las crisis relacionadas con el suministro, la calidad de los productos o los impactos ambientales pueden fácilmente desencadenar una crisis reputacional que afecte su rentabilidad y su relación con los consumidores. La transparencia en sus procesos, la responsabilidad social empresarial y una gestión adecuada de la relación con los medios de comunicación son clave para mitigar estos riesgos.
Finalmente, las empresas en Colombia deben tomar conciencia de que la crisis de reputación no es solo una cuestión de imagen, sino que tiene un impacto directo en sus resultados. En un país como el nuestro, donde los desafíos económicos, políticos y sociales son cada vez más complejos, la manera en que las empresas gestionan sus relaciones con los grupos de interés puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. La capacidad para navegar este entorno desafiante, manteniendo una postura ética y alineada con los intereses de todos sus stakeholders, será lo que defina a las compañías más exitosas en los próximos años.