El fútbol, ese deporte tan amado como implacable, tiene la capacidad de exponer a sus jugadores ante la mirada feroz de los hinchas. Las redes sociales, amplificadoras de cada palabra y gesto, no dejan margen para la empatía. En este contexto, las críticas hacia un futbolista suelen ser despiadadas, sin conocer el trasfondo humano detrás del jugador. Esta historia, la de Jorman Campuzano, mediocampista de Atlético Nacional, es una de las más conmovedoras y, al mismo tiempo, un recordatorio de la fragilidad del ser humano detrás de la camiseta.
Hace unos días, tras el clásico entre Nacional y América de Cali, Campuzano rompió su silencio y reveló una verdad desgarradora: la muerte de su hijo, una tragedia personal que vivió mientras jugaba en Boca Juniors. “Siempre respeto a Boca, jugué 150 partidos, entonces no sé por qué la gente dice que es difícil; son decisiones. Sí viví momentos difíciles, pero no fueron por lo futbolístico; fue cuando perdí un hijo mío, cosa que ustedes no saben”, confesó con la voz entrecortada. Estas palabras, cargadas de dolor, causaron un giro inesperado en la percepción pública del futbolista, especialmente entre los hinchas de Boca Juniors.
La revelación de Campuzano, uno de los pilares del exitoso Boca que ganó la Superliga Argentina 2019-20 y alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores 2020, hizo temblar a aquellos que alguna vez lo criticaron por su rendimiento irregular. En su época en el club argentino, el colombiano fue blanco de numerosas críticas. Muchos lo juzgaron por su falta de consistencia en el campo, algo natural en un jugador que enfrenta la alta presión de vestir una camiseta tan pesada como la de Boca. Sin embargo, lo que los fanáticos no sabían era que esos momentos de altibajos futbolísticos coincidieron con el dolor más profundo que puede experimentar un ser humano: la pérdida de un hijo.
La respuesta de los hinchas de Boca Juniors no se hizo esperar. En las redes sociales, la sorpresa y el remordimiento se apoderaron de muchos. “Pero la concha de su madre, con lo que lo habré puteado a este tipo y jamás dijo nada, me siento una mierda”, escribió uno de los hinchas, consciente de la crudeza de su juicio. Otros, con un tono más reflexivo, pidieron disculpas al colombiano: “De corazón te pido disculpas, Campuzano” o “Estas cosas te dejan sin palabras, y seguramente el que critica jamás en su vida tocó una pelota”. Estas expresiones de arrepentimiento reflejan la profunda conmoción que causó la revelación de Campuzano, quien por años había cargado con un dolor personal que pocos imaginaban.
En el fútbol, los jugadores se exponen a un nivel de exigencia desmesurado. La pasión de los hinchas puede transformarse en una crítica cruel cuando las expectativas no se cumplen, olvidando a menudo que el futbolista es también una persona, con emociones, frustraciones y, sobre todo, con una vida más allá del campo de juego. En este caso, el dolor de Campuzano se vio eclipsado por las críticas por su rendimiento, lo que pone en perspectiva lo duro que puede ser vivir bajo la lupa pública, sin poder escapar de los juicios.
La historia de Jorman Campuzano no es única, pero sí es un recordatorio potente de la necesidad de humanizar a los futbolistas, de entender que detrás de la camiseta hay vidas que no siempre están en su mejor momento. El dolor de perder a un hijo es algo que nadie debería tener que enfrentar en soledad, menos aún bajo la presión de miles de voces que exigen lo mejor en cada partido. La historia de Campuzano nos enseña que, aunque el fútbol es un espectáculo y el rendimiento de los jugadores debe ser evaluado, también hay que ser conscientes de que no siempre sabemos qué se oculta detrás de las decisiones y rendimientos.
Para los hinchas de Boca Juniors, la revelación de Campuzano puede haber sido un llamado a la reflexión sobre la naturaleza de sus críticas. Es fácil condenar a un jugador por una mala jugada o una tarde de bajo rendimiento, pero jamás sabremos las luchas internas que enfrenta cada futbolista, ni las tragedias que arrastran consigo. El arrepentimiento mostrado en las redes sociales es un testamento de esa reflexión, un recordatorio de que todos somos humanos y que la empatía debe prevalecer sobre el juicio.
Finalmente, la historia de Jorman Campuzano nos invita a mirar más allá de lo superficial, a reconocer el dolor y las dificultades personales que pueden afectar a quienes están en el ojo público. Que su confesión no solo sea una disculpa de los hinchas, sino también un llamado a todos a pensar dos veces antes de emitir un juicio. El fútbol es más que un juego; es una lección de vida, y en este caso, Campuzano nos ha dado una de las más profundas.