A las 3:32 de la madrugada del martes 11 de marzo, un fuerte temblor sacudió la isla de San Andrés, ubicada en el Caribe colombiano, alertando a sus habitantes y a los de las islas vecinas. El Servicio Geológico Colombiano (SGC) confirmó que el sismo alcanzó una magnitud de 5.4 en la escala de Richter y tuvo una duración aproximada de 1.9 segundos, un lapso breve pero suficiente para causar preocupación entre la población. Este evento, aunque sin víctimas fatales ni heridos, dejó un claro recordatorio de la actividad sísmica que caracteriza a la región.
El epicentro del temblor se localizó a 62 kilómetros de profundidad, en las coordenadas 11.73° – 81.28°, lo que coincide con una zona sísmicamente activa de la región del Caribe. Además de San Andrés, el sismo también fue percibido en Providencia, Santa Catalina y en algunas áreas de Panamá, como Nuevo Chagres, lo que evidenció el alcance del fenómeno. A pesar de la magnitud del movimiento telúrico, afortunadamente no se reportaron daños estructurales significativos, ni víctimas de gravedad, lo que se considera un alivio, dado el impacto que estos eventos pueden causar en comunidades tan vulnerables.
El terremoto se sintió de manera puntual en varias estaciones de monitoreo, lo que permitió al SGC trazar una línea de propagación del sismo. Los informes iniciales indicaron que el movimiento tuvo un impacto breve, pero su intensidad fue suficiente para causar alarma. Este tipo de sismos, aunque frecuentes en áreas con actividad tectónica, sigue siendo un desafío para la gestión de riesgos en el país, especialmente en regiones como San Andrés, que se encuentra cerca de las placas tectónicas que cruzan el Caribe.
El comportamiento sísmico en esta parte del mundo no es algo nuevo. Colombia, por su ubicación geográfica, está expuesta a movimientos telúricos con regularidad. En particular, la región del Caribe y el archipiélago de San Andrés han experimentado varios sismos a lo largo de los años. A pesar de que el temblor fue de una magnitud moderada, es un recordatorio de la importancia de estar preparados ante estos fenómenos, que en cualquier momento pueden desencadenar consecuencias más graves, como ocurrió en otras partes del mundo con terremotos de mayor magnitud.
Es crucial que las autoridades locales y nacionales continúen con los esfuerzos de educación y prevención sobre cómo reaccionar ante un sismo. El SGC hizo un llamado a la calma y recordó a la población los protocolos de seguridad en caso de temblores. Entre los consejos más relevantes, destacan mantener la calma, identificar zonas de seguridad en el hogar o lugar de trabajo, y evitar el uso de ascensores. Si una persona se encuentra conduciendo al momento de un sismo, la recomendación es detener el vehículo en el centro de la vía y esperar a que el movimiento cesara.
Aunque la tecnología de monitoreo sísmico ha avanzado significativamente, la preparación de la población es igualmente crucial. Los habitantes de San Andrés y otras islas deben estar conscientes de los riesgos y de las medidas a tomar para proteger su vida y la de los demás. Las simulaciones de evacuación y los simulacros en la isla podrían ser un paso importante hacia la construcción de una cultura de prevención más sólida.
Por otro lado, el SGC continúa con su labor de monitoreo constante, brindando información oportuna sobre estos eventos naturales. Los ciudadanos pueden acceder a estos informes a través de la página web oficial del organismo, lo que permite que la comunidad esté informada de los movimientos sísmicos en tiempo real. La transparencia en la información y la disposición de las autoridades para comunicar cualquier actualización son fundamentales para que la población se mantenga alerta, pero tranquila, frente a estos fenómenos.
En resumen, el temblor registrado el 11 de marzo en San Andrés es un recordatorio de la necesidad de estar preparados ante la constante amenaza sísmica que enfrenta Colombia, especialmente en áreas como el Caribe. Aunque el evento no dejó víctimas ni daños, la responsabilidad de las autoridades y la sociedad continúa siendo crucial para afrontar futuros desafíos naturales con seguridad y resiliencia.