La madrugada del 20 de febrero de 2025 será recordada en Cúcuta y su área metropolitana como una jornada de caos y terror. Cinco explosiones, que sacudieron la tranquilidad de la ciudad y sus alrededores, se atribuyen al Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo guerrillero que ha intensificado su ofensiva en la región del Catatumbo, zona que ya lleva más de un mes marcada por la violencia producto de las disputas territoriales entre actores armados ilegales. El saldo de estos ataques iniciales ha dejado al menos seis heridos, aunque las autoridades temen que el número final de víctimas pueda aumentar en las próximas horas.
Las detonaciones ocurrieron en momentos de alta actividad, generando un terror palpable entre los habitantes. El primer ataque tuvo lugar a las 10:47 p.m. del miércoles, cuando un grupo armado irrumpió en el CAI de la Policía de Villa Antigua, municipio de Villa del Rosario. Según los informes, los atacantes lanzaron varios artefactos explosivos y dispararon ráfagas de fusil, lo que desató una situación de pánico. Afortunadamente, el policía que se encontraba de turno logró escapar sin lesiones, refugiándose en una unidad de apartamentos cercana. Sin embargo, el CAI quedó completamente destruido.
Minutos después, las explosiones continuaron en el peaje de La Prada, que conecta a Cúcuta con el puente internacional Simón Bolívar, una ruta clave hacia Venezuela. Seis trabajadores resultaron heridos en este atentado, y fueron rápidamente trasladados a centros médicos de la ciudad. En paralelo, se registró otro ataque contra la estación de Policía de La Prada, que aún se encontraba en construcción. Las fuerzas de seguridad se desplegaron en la zona para tratar de contener la violencia, mientras las detonaciones retumbaban por la madrugada.
Hacia la medianoche, las explosiones resonaron una vez más, en lo que parecía un patrón de ataque sistemático. Pero el clímax de esta oleada de violencia ocurrió a las 6:00 a.m. del jueves, cuando los explosivos alcanzaron el CAI de la Policía del Barrio San Rafael, justo en las cercanías de una institución educativa. La alarma fue inmediata, pues los estudiantes se encontraban en los umbrales de iniciar su jornada escolar. Afortunadamente, el saldo fue solo material, pero la situación despertó una gran preocupación por la proximidad del atentado a centros educativos y residenciales.
Este conjunto de ataques coincide con un momento crítico para la región del Catatumbo, donde la lucha por el control territorial entre el ELN y las disidencias del Frente 33 de las FARC ha sumido a la población en una crisis humanitaria sin precedentes. Según las últimas cifras del Puesto de Mando Unificado, más de 53.000 personas se han visto obligadas a desplazarse forzosamente, mientras otras 21.000 están confinadas en sus viviendas debido a los combates. Además, el informe revela que al menos 60 personas han perdido la vida de manera violenta, entre ellas cinco excombatientes de las FARC que habían firmado los acuerdos de paz, dos líderes sociales y varios menores de edad.
Los atentados del jueves no son un hecho aislado, sino un reflejo de la creciente inestabilidad en el Catatumbo y la presión que ejerce la guerrilla del ELN sobre la región. Esta situación ha desbordado los esfuerzos del Estado para restablecer el orden y garantizar la seguridad de los ciudadanos. Los municipios aledaños a Cúcuta, como Villa del Rosario, han sido testigos de cómo los grupos armados ilegales se disputan cada centímetro de territorio, mientras la población civil paga el precio más alto en medio de un conflicto armado que parece no tener fin.
En respuesta a los atentados, la Gobernación de Norte de Santander ha ofrecido una recompensa de hasta 100 millones de pesos por información que conduzca a la captura de los responsables. Sin embargo, la incertidumbre sigue siendo la constante. La presencia de grupos armados ilegales se ha incrementado, y las autoridades temen que la violencia continúe escalando en los próximos días. El temor se apodera de los habitantes de la región, quienes sienten que la normalidad ya no existe, y que la amenaza de nuevos ataques está siempre latente.
Este 20 de febrero, además, marca una fecha simbólica para el ELN, pues conmemoran la muerte del cura guerrillero Domingo Laín Sáenz, ocurrida en 1974, y la creación de su Frente de Guerra Urbano Nacional. Un recordatorio de que, más allá de las confrontaciones actuales, hay una larga historia de enfrentamientos que han marcado la vida de los cucuteños y nortesantandereanos. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue atenta a los desarrollos de una crisis que, hasta el momento, no parece tener un horizonte claro de solución.
En este contexto, los cucuteños se enfrentan a una realidad sombría. El terror de los atentados, el desplazamiento forzado, las víctimas inocentes y la incertidumbre de un futuro sin paz se han convertido en las sombras que cubren la región. La esperanza parece desvanecerse con cada explosión, pero la resiliencia de la gente sigue viva, en espera de que algún día este conflicto, que ya ha dejado demasiados rastros de dolor, llegue a su fin.